PRIMERA PARTE: LA CANDIDATURA DE MANUEL ROSALES
Antonio Sánchez
“No hay peor ciego que el que no quiere ver”
Refranero popular
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15 DE AGOSTO, PARTE 2
Como si la incapacidad para asimilar, metabolizar y enriquecer las propias experiencias a través de los errores del pasado fuera un mal endémico de la sociedad venezolana, henos aquí reciclando para nuestra infinita desgracia una de las vivencias políticas más frustrantes del pasado, la del 15 de agosto de 2004. Y tras de ellas la de una sociedad infestada con el corrosivo mal del populismo estatólatra y el inmediatismo electorero. Que me perdonen los viejos amigos de la izquierda venezolana: el comando de campaña del gobernador zuliano Manuel Rosales huele a Movimiento al Socialismo en todas sus variopintas versiones – y hay que ver su camaleónica potencialidad como para travestirse de micro partidos de gobierno y oposición o en tantas ONG’s aparentemente inofensivas y humanitarias como cabe en el imaginario político. Huele ese comando de campaña a petro-estado adeco-copeyano y a tramoya decorativa más propia de maquillajes del viejo escenario cuartorepublicano que a profundas, urgentes, enriquecedoras cirugías mayores. Como las que amerita este agotado y maltrecho rocinante bolivariano en manos de las hordas del teniente coronel. Estamos en vías de reeditar las tristemente célebres hazañas de la Coordinadora Democrática. Como si aquí, entre el 11 de abril de 2002 y el 4 de diciembre de 2004, no hubiera pasado absolutamente nada. Provoca escribir un Elogio de la ceguera. Con perdón del inefable, consuetudinario y soporífero José Saramago.
Que quede claro desde un comienzo que no estuvimos en contra de la lucha cívica y democrática por revocar al presidente de la república, que respaldamos el Referéndum Revocatorio con todas nuestras fuerzas y hasta el último segundo. El que precedió al lamentable y vergonzoso derrumbe de Enrique Mendoza y la Comisión Política de la CD la aciaga madrugada del 16 de agosto de 2002, tras conocerse los fraudulentos resultados que se nos impusieran a sangre y fuego desde el CNE. Como tampoco estamos en contra de la lucha por enfrentar a Hugo Chávez en el terreno electoral para este 3 de diciembre, según pauta la constitución. Pero estuvimos entonces y estamos ahora por comprender esas luchas libradas en el terreno electoral como momentos de un enfrentamiento a fondo, sin claudicaciones y hasta el último aliento contra el totalitarismo del caudillo, encubierto tras la mascarada de estratagemas electoreras, en donde el voto es un artilugio manipulado a los fines de la legitimación de un régimen ilegítimo. Estuvimos y estamos por enfrentar a Chávez y sus afanes totalitarios en todos los terrenos, sin olvidar que vencerlo es una obligación de moral republicana y democrática.
En pocas palabras: todos los terrenos y formas de combate son buenos y necesarios si expresan la voluntad popular y sirven a la recuperación de la democracia. Todos son malos, deleznables y prohibidos si sirven al sometimiento ciudadano y al entronizamiento del totalitarismo.
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O ELECCIONES LIMPIAS O CAOS Y DESINTEGRACIÓN
Como sucediera, por cierto, con la interminable y agotadora tramoya del RR – desde el 19 de agosto del 2003 hasta el 15 de agosto del 2004 - y lo que podría volver a ocurrir con el proceso electoral de diciembre si se cumple bajo los mismos predicamentos que condujeran casi inexorablemente a la tragedia del RR: aceptando imposiciones extra legales y reglas absolutamente inaceptables. O rechazando de partida la movilización popular generada por la marea electoral a los fines de imponer, por la fuerza del movimiento democrático y popular, la restauración de nuestra dañada y perturbada tradición democrática. En otras palabras: cometeremos un error infinitamente más grave que el ya cometido el 15-A si desconocemos que nuestro problema es existencial y atañe a la esencia de nuestra vida republicana. No está en juego la presidencia de la república: está en juego nuestra vida democrática. No está en juego un cargo en Miraflores: está en juego la libertad de la nación. No están en juego determinados porcentajes matemáticos: está en juego la historia de Venezuela.
Si tuviera que señalar los dos más graves errores que condujeron a la prolongada y evitable tragedia del 15-A, señalaría dos imperdonables: la desbordada autosuficiencia de sabernos mayoría y creernos invencibles, de una parte; la descomunal ingenuidad de creer en la buena fe del chavismo y rechazar de antemano la posibilidad de caer víctimas de sus manejos fraudulentos, de la otra. En buen cristiano: creímos con fe de carboneros que arrasaríamos electoralmente – lo que no estaba en absoluto lejos de la verdad – y que el proceso electoral mismo estaba blindado a favor de una plena e inocultable objetividad electoral – lo que constituyó un crimen de lesa estupidez. Ello fortaleció dos garrafales y contumaces malentendidos: la ruta para salir de Chávez era electoral o no saldríamos de Chávez, el primero de ellos. Todo plan B era innecesario y contraproducente, el segundo de ellos. Comprendiendo como “ruta electoral” la subordinación de todo enfrentamiento político al estricto campo electoral. Entendiendo por Plan B, el desarrollo estratégico de acciones complementarias orientadas a defender las instituciones, los valores y los derechos constitucionales, desde la desobediencia civil hasta el conjunto de acciones tácticas garantizadas por el artículo 350 de la constitucional nacional. Ambos graves errores estratégicos, manejados por la misma dirigencia que hoy constituye el comando de campaña de Manuel Rosales y bajo los mismos estrategas, nos entregaron atados de pies y manos a los designios del totalitarismo chavista. Así estamos.
Pueda que de todos los peligros que acechan los empeños de la candidatura pretendidamente unitaria de Manuel Rosales – todos legítimos, si son comprendidos como un incentivo de movilización y de lucha contra el totalitarismo que late en las entrañas del enemigo a derrotar – el más grave consista en la reiteración de los errores del pasado: sobreestimación de las fuerzas democráticas y subestimación de la capacidad de manipulación, fraude e imposición autocrática del chavismo. Y de esos errores, el más peligroso: desechar el peso definitorio del control de la maquinaria electoral por el régimen, así como su inagotable capacidad para imponer los resultados que convengan a sus intereses. De no enfrentarlos desde ahora mismo montando la más soberbia operación de control comicial voto a voto y urna a urna, la mesa está servida para el más grave traspié de la oposición luego de sus monumentales errores del 11 de abril y del 15 de agosto, cuando teniendo en sus manos la resolución de la crisis sucumbió a su congénita debilidad: la incapacidad de resolver el estado de excepción existencial que hoy sufrimos. Pues el combate ha de librarse, para ser exitoso, en dos frentes: acumulación y desarrollo exponencial de nuestras fuerzas en torno a una candidatura auténtica y verdaderamente unitaria, por una parte; y construcción de un sólido frente de defensa de las condiciones y los resultados estrictamente electorales, por el otro. Pudiendo y/o debiendo ambos elementos conjugarse en una masiva movilización popular contra el fraude el mismo 3D. A seguir el ejemplo que los chilenos durante el plebiscito y Toledo durante sus elecciones, dieron. Nuestro respaldo a cualquier candidatura opositora debe enmarcarse en el planteamiento que ya hiciera hace un año Marcel Granier: o elecciones limpias, o caos y desintegración.
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LA ESTRATEGIA DE LA DERROTA
Desde luego, llama a la reflexión la alarmante ingenuidad – por decir lo menos – y la falta de previsión frente a la maquinaria fraudulenta del CNE, presentada por el jefe de estrategia del comando de campaña de Manuel Rosales, Teodoro Petkoff. Según sus declaraciones de este lunes 21 de agosto a EL NACIONAL, es el momento de “no distraerse demasiado en pretextos, que lo único que pueden hacer es alimentar el abstencionismo”. Desde luego, rebajar a “pretexto” – Dios sabrá de qué – la honda preocupación de amplísimos sectores opositores por la función manipulativa y castradora de los artilugios electrónicos del organismo comicial demuestra un error de apreciación estratégica verdaderamente descomunal. Además de pasar por alto un hecho de tanto bulto como la abstención del 83% de electorado el 4 de diciemkbre pasado provocada por dichos "pretextos" y menospreciar a los sectores políticos que reivindican con plenos derechos el logro de tal gigantesco reclamo electoral. La forma del planteamiento teodorista es nueva, la sustancia es la misma: no importan los medios de que se sirva nuestro enemigo, el asunto es insistir en enfrentarlo con nuestra buena voluntad y vencerlo con el respaldo de eventuales mayorías por la ruta democrática. ¿Cómo? He allí la interrogante. “El RR está blindado”. ¿Les suena conocido?
Un segundo aspecto que debiera hacernos reflexionar sobre la fragilidad del piso estratégico y político de la llamada candidatura unitaria – expresión irreal que encubre la ausencia de un inmenso caudal político y electoral junto a Rosales, a saber, el de AD, AP, 4-D, el Frente Nacional de la Resistencia, ABP, Verdad Venezuela y todos aquellos sectores políticos que se mantienen fieles al mandato de enfrentar al chavismo sin escatimar esfuerzos ni restringiéndose a determinados y muy trillados senderos. Para el jefe de estrategia de Rosales, no hay más política ni otros políticos que la de aquellos que apuestan a las elecciones tras la bandera del gobernador zuliano: “Creo que este rescate de la política, de lo político, es uno de los gestos más importantes que se han dado en Venezuela. Es de gran significación que se haya podido obviar unas primarias que constituyeron el último intento de los poderes fácticos de naricear a los políticos, como lo han hecho a lo largo de estos siete años. Hicimos un acuerdo entre políticos para reivindicar la política.”
Es, desde luego, indigno de un viejo y experimentado político como el actual editor de TalCual reducir “lo político” al ámbito electoral y constreñir el vilipendiado gremio de la política a los señores Petkoff, Borges y Rosales. Sin considerar la innecesaria ofensa a SÚMATE y a María Corina Machado, absolutamente inoportuna y fuera de lugar. ¿Candidatura unitaria bajo tales conceptos? Yo te aviso, Chirulí. Lenguaje más excluyente, imposible. Sin un vuelco de 180 grados en la política de alianzas de esa o cualquier otra candidatura, el fracaso está asegurado. ¿Lo sabe Petkoff?
Vuelve, pues, a revitalizarse la sospecha de que estamos ante Rosales frente a una candidatura perdedora con intenciones de coexistencia pacífica y control de una micro fracción politiquera hacia el post 3D, tal como lo afirma el mismo Petkoff en las declaraciones que comentamos, según las cuales esa obra de ingeniería política que tanto alaba, tendría por función trascendental “mantener un acuerdo unitario que trascienda, cualquiera que sea el resultado electoral”.
Vivimos, qué duda cabe, una Coordinadora Democrática, parte 2. Con la notable ausencia de importantes sectores que han sentido el imperativo categórico de deslastrarse de las viejas taras del izquierdismo estatólatra y populista venezolano que nos llevara a los desastres del 15-A. La ausencia de Acción Democrática y las emergentes fuerzas políticas de centro derecha pesará como una loza sobre una candidatura que nace con plomo en el ala.
De no cambiarse el rumbo que se le pretende imprimir a la candidatura de Rosales no le alquilo las ganancias. O Rosales, Petkoff y su comandita comprenden la circunstancia histórico-política que vivimos y subordinan sus esfuerzos a la conformación de un gran frente de movilización anti totalitario, auténticamente unitario y verdaderamente democrático, o estas elecciones serán el más grave y último traspié de la oposición democrática. Que Dios nos agarre confesados.